Fundación Voy Cada Vez Mejor

El mendigo

Había una vez, en un antiguo pueblo del oriente, un personaje que era una institución y era muy conocido por todos los pobladores.

Era un anciano muy pobre, de rostro sonriente con largas barbas blancas. Algunos le acercaban comida y otros le daban unas pocas ropas gastadas por el tiempo y por el uso.

Siempre estaba sentado sobre la misma piedra, a la orilla de un caminito que conducía al único mercado del lugar y que era transitado por la mayoría de los pobladores. Allí era donde este anciano se sentaba siempre y pedía limosna.

Un día el Gobernador del pueblo, decidió asfaltar ese camino que se tornaba estrecho por la cantidad de vehículos que circulaban por ahí, y le encomendó la tarea a una de las familias encargadas de la construcción y reparación de casas.

Cuando estas personas comenzaron el trazado del camino se encontraron con que la piedra donde se sentaba el mendigo, estaba justo en el medio del camino que debían construir.

Se reunieron con el Gobernador y éste les dijo que al anciano mendigo no se lo podía desalojar de su piedra por que sería lo más trágico que le podría pasar. Por lo tanto, el camino tendría que hacer una curva y rodear la piedra, para que siguiera allí, donde por decenas de años estuvo sentado.

El camino se construyó de esa manera y el anciano continuó sentado pidiendo limosna por mucho tiempo más.

Un día el mendigo trascendió a otra dimensión. Luego de ser enterrado, los constructores del camino fueron de nuevo a ver al Gobernador y le dijeron que ahora no había motivo para que el camino tuviera esa curva justo ahí donde se encontraba la roca, y que lo mas conveniente era remover la piedra y rectificar el mismo, a lo cual el Gobernador dio la orden para la ejecución de los trabajos.

Se procedió a la remoción de la gran piedra y luego de muchos días de trabajo lograron sacarla. Allí los trabajadores encontraron un gran cofre lleno de joyas y monedas de oro que habían sido enterrados muchos cientos de años antes y tapado con la piedra que el mendigo eligió para pedir limosna.

Al igual que el anciano, muchos de nosotros nos pasamos la vida mendigando cosas, sin saber que dentro de cada uno hay un tesoro muy valioso que podemos utilizar con solo bucear un poquito en nuestro interior. Ese tesoro son: el conocimiento y la información que poseemos, y sólo son útiles cuando ven la luz del día, al igual que las monedas y las joyas de aquel tesoro.

Esa información y ese conocimiento son cada vez mas valiosos cuando se comparten con otras personas, e incrementas tus conocimientos cuando otros comparten contigo los que ellos poseen.

(Texto extraido de la revista Quantum - Año 2 Nº 22, Diciembre 1999, Pág. 15)