Fundación Voy Cada Vez Mejor

Curar con la música

Nota: En éste artículo, por razones lógicas y éticas, he cambiado nombres y detalles respecto a personas  vinculadas con la narración.

 Era una hermosa tarde de otoño, y desde la ventana del aula ubicada en el primer piso del instituto de enseñanza musical que yo dirigía, divisé una persona ingresar al mismo. En ése momento, me encontraba enseñando estructura armónica de la música, a alumnos avanzados en tal disciplina; fui llamado por mi asistente, el cual me hizo notar que había una persona esperándome en planta baja, y que venía a verme de parte del Director General Académico. Le dije a mi asistente que le informara que a la brevedad estaría con él y que solo restaban cinco minutos para terminar la clase.

Al culminar la misma, bajé las escaleras junto con mis alumnos, y me encontré con un señor que a medida que yo descendía los últimos escalones, se iba acercando pausadamente, pero con una mirada llena de preguntas.

Mientras se acercaba, sólo podía divisar, debido al reflejo del sol, una figura más bien baja, y una mirada inteligente que se ocultaba detrás de unas gafas. En un destello fugaz, avisté instintivamente que había algo que no cuadraba con la figura.

Tras un “buenas tardes”, se rompió el silencio y me preguntó si era yo el director del establecimiento, le conteste que si; me extendió su mano, (volví a notar el mismo flash extraño), había algo que no estaba cuadrando me decía mi experiencia de trato habitual con mucha gente. Nos sentamos en mi escritorio y vi en él, un rostro profundo lleno de ansiedad e impaciencia, se acomodó sus gafas de una manera inquieta, y allí divisé el detalle que había en forma reiterada subconscientemente martillando en varias secuencias mi atención, sus manos no eran normales, noté unas manos infantiles en el cuerpo de un adulto.

El mencionado se expresó, soy el doctor Segman, y me ha recomendado su trabajo el señor director académico, el cual me ha comentado que usted ha trabajado con éxito, impartiendo enseñanza musical a personas accidentadas en sus brazos y/o manos etc. , y que ha logrado en varios casos resultados alentadores.

Le contesté que en muchos casos había logrado mis objetivos en cuanto a la rehabilitación técnico y mecánica de manos, en accidentados de distinta complejidad, pero que cada caso era un nuevo reto con el cual no contaba con bibliografía, sino que contaba con mi voluntad de recuperar un futuro artista, y con mi experiencia en la temática.

El mismo se explayó, y me dijo amo la música, y la ejecuto como puedo, pero he consultado varios profesores y algunos se dieron a respuestas evasivas, y otros me dijeron que la ejecución de la música en el teclado no seria tan fácil en mi condición; por eso vine a consultarle a usted porque me dijeron que podría ayudarme; levanto sus dos manos al unísono elevándolas a la altura de mis ojos, efectivamente como yo ya había notado en mi silencio, el hombre padecía de una anomalía en la anatomía de sus manos, el mismo presentaba un cuerpo normal, pero sus manos eran infantiles de una talla aproximada a un niño oscilante entre los diez años.

Sus ojos ya estaban cristalinos y su garganta muy tensa, irrumpí para aliviar su angustia contándole de casos en los cuales trabaje, que fueron mucho más graves y le hice notar que se calmara y que la tensión corpórea y mental son dos condiciones que tienden a destruir al futuro artista.

Ya mas calmo, el doctor Segman me comentó que en la vida se había desarrollado con éxito en la disciplina en la cual trabajaba, pero que en su corazón, no encontraba la paz porque en él, había un artista frustrado, y que tal vez por eso, se había dedicado tanto al área y la profesión en la cual se desempeñaba exitosamente. Volvió enfáticamente a preguntarme y con una profunda expresión ansiosa, si yo podía ayudarlo, le conteste que haríamos un acuerdo, yo lo ayudaría con técnicas mecánicas musicales, orientadas en la estructura armónica y que el pondría de si, un cambio en su actitud, que debía desterrar la angustia, la tensión y la ansiedad, y que si él cumpliera con eso, yo seria su profesor, y veríamos hasta que punto yo podría ayudarlo a ingresar en el mundo del estudio de la música.

Así fue, el tiempo pasó y el doctor Segman cumplió su parte y yo la mía.

Trabaje en la educación de sus manos con técnicas basadas en la estructura de la música y adaptadas a sus posibilidades mecánicas, se convirtió en pocos meses en un estudiante acérrimo, compro instrumentos musicales de mayor precisión y sonido mas depurado, sensitivos al toque etc.

Cada vez yo notaba una mutación en su expresión, el doctor Segman ya no estaba tenso, la dimensión de sus manos no le eran ya un estorbo, es más, ya no reparaba en ellas, sino que toda su energía se fundía en las partituras y en los apuntes que el tomaba de mi clase en el pizarrón.

El tiempo pasó, diría que varios años, hasta que un día, me trajo un sobre y me lo entrego esta vez, con una mirada llena de alegría y sonrisa muy distinta a la que yo había conocido.

En dicho sobre, había una “invitación especial” para mí, de un concierto de jazz en un prestigioso establecimiento.

Cuando leí el programa, y llegue a la parte donde decía el nombre del tecladista del grupo, allí sentí un fuerte nudo sobre mi garganta y me toco esta vez a mí, tener los ojos cristalinos porque el nombre del tecladista era el de mi alumno.

Presencie el concierto de jazz, esta vez en calidad de publico, y desde una butaca bien ubicada en el teatro que mi alumno se había esmerado en conseguirme; disfrute no solo de un muy buen jazz, sino la paz de haber recuperado un nuevo ser para el arte.


Prof. Eduardo Alvarez
Especialista en ingeniería en sonido - Compositor de Música Meditativa
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