Fundación Voy Cada Vez Mejor

EL caso Sara… una mujer ejemplar

Era una encantadora y cálida tarde, me dirigía a la casa de una Sra. llamada Sara.

Me habían recomendado a ella, en calidad de especialista en instrumentos musicales electrónicos, dado que yo trabajaba en una acreditada empresa Japonesa, que fabricaba tales instrumentos de primer nivel.

Sara tenía en el comedor de su casa, un órgano electrónico doble teclado y pedalera, el cual según ella, no funcionaba bien, y Sara, amante de la música, no podía permitir que de su teclado, no emergiera música pura, ya que poseía un excelente oído y sensibilidad para la música.

Llegué a su casa, toqué timbre y a los pocos segundos, salió a mi encuentro una mujer que despedía paz, pero a la vez una delicada mirada interrogante,… ¿ es éste el joven tan mentado, especialista que atenderá mi amado teclado?... así es como sentí sus calmos ojos al mirarme…

Muy amablemente me dijo con voz pausada, (tras breve presentación), pase usted…

Me encontré en un comedor, diría yo, muy armónico acorde a la personalidad de la anfitriona.

Brevemente la Sra. Sara, comenzó a informarme varios defectos que decía ella, aquejaban a su teclado… efectivamente, noté que en su descripción de las anomalías del sonido que describía de su instrumento, había un dejo de congoja…luego de un rato descubrí el porqué, tras escuchar atentamente su narración…

La congoja de Sara estaba dada por varios factores que incidían simultáneamente sobre ella...por un lado la pérdida de su esposo, por otra parte la de una de su dos hijas, y por último, la pérdida de todos sus hermanos.

Su música la acompañaba en su soledad, si bien tenía muchos amigos, debido a su carácter extremadamente "risueño", "optimista", y "bondadoso". Ella tocaba note, con mucha alma...pero con no tan depurada técnica,...mientras me comentaba lo que le notaba a su teclado,...me comentó que el órgano era regalo de su esposo, al cual no solo le encantaba la música, sino que también había alentado siempre a Sara, a que estudiara y se perfeccionara en el estudio de la música,....me lo dijo con una mirada nostálgica, y me pidió que probara su teclado, a título de que yo verificara su incorrecto funcionar,...por supuesto para entonces, yo ya lo había notado, pero accedí para que la anfitriona, apaciguara su congoja. Me senté al teclado, para probar a fondo hasta que nivel generaba con precisión el sonido. Recuerdo que, aunque el instrumento padecía fallas en el sonido, pude tocar a título de prueba, un pasaje de la ópera "Aída", del célebre Giusepe Verdi....a Sara se le "iluminaron los ojos " (ella era de ascendencia italiana). Cuando dejé de tocar para comenzar a ponerlo a punto, Sara elogió mi ejecución, me ofreció un café, y me dijo,... confío en que usted me lo va a poder poner a punto, veo que ama la música al igual que yo, y me agrada como toca, y más, siendo que interpreta muy bien a Verdi... trás una breve y distendida pausa, me preguntó con "ojos interrogantes", ¿ usted no me daría clases para perfeccionar mi ejecución?

Sara comenzó a tomar clases de piano conmigo, parte por su gran amor por la música, parte por alejar el fantasma del recuerdo... Rápidamente se transformó en una excelente alumna, su mirada se fundía en el pentagrama, que yo le traía con música, que arreglaba especialmente para ella, ya que uno de los detalles que le atrapaban de mi enseñanza, eran los adornos musicales que le escribía en cada temática.

Le corregía su expresión musical, ya que si bien ella la tenía en su corazón, no contaba antes con buen nivel técnico, respecto a la ejecución mecánica de sus manos, y a la expresión de las mismas sobre el piano.

Con el tiempo, sus manos ya se deslizaban como "bailarinas por el teclado", dejando por ende, fluir su sentir, espíritu y su alma.

Su mirada era calma, había una paz muy profunda ya en sus calmos ojos, la "Música " había llenado las ausencias que tiempo atrás, habían atormentado su corazón.

Como siempre le dije en clase, Sara...la música es una "gran amiga", de todos, es regalo del "Creador" para alegría de los corazones de muchos, debemos cultivar su amistad día a día.

Sara ya era un ser muy exitoso y ejemplar para muchos, también porque no decirlo, admirado por sus amistades y tomada como ejemplo por su fuerza, optimismo y bondad como ser, y muy quería en la zona que ella vive, (Parque Lezama).

Yo participaba del éxito de su alegría, frente a tanta gente que gustaba de su cálida compañía, incluida su hija Silvia que se alegraba por la paz se su mamá.

Muchos disfrutábamos la alegría de Sara, hasta que un día enfermó repentinamente, su cuerpo sufrió una enfermedad conocida con el nombre de “culebrilla”, pero que en éste caso, se agravaba porque la misma se había conjugado con una fuerte artrosis.

Sara fue atacada por fuertes dolores corpóreos, y si bien es de un gran temple, su gran congoja fue ver sus manos semi-atrofiadas, puesto que eso le impedía expresar su corazón, a través de las melodías que ella con tanto amor tocaba en su piano.

Me encontré con ella, la ayudé con diálogo de esperanza y paz… Fue sometida a varios tratamientos, debido a que los dolores que le provocaba su enfermedad, la atormentaban. Su médico le dijo que no dejara de tomar clases de piano, porque la ejecución del mismo, seria importante para la recuperación de sus manos.

El tiempo pasó “muy lentamente”, en más de una oportunidad cuando le enseñaba ejercicios para la recuperación de sus manos, vi sus ojos llorosos debido al dolor que provenía de su cuerpo y de su espíritu... pero Sara se aferraba más y más al teclado de su piano, como retando a la adversidad.

Pasaron meses, sus manos ya comenzaban a dibujar la música, era como si su piano se alegrara de que volviera a acariciarlo. Su rostro era más distendido, ya comenzaba a reír, el dolor se alejaba lentamente...

Un buen día Sara ya era la misma “alegre” y “feliz” había superado todos los obstáculos, la enfermedad se había dado a la fuga, su espíritu había “triunfado”, gracias a su “fortaleza física y espiritual”... a toda la gente que apostamos a ella, por el “gran ser” que es, y recuperada por su gran afán, el poder seguir cultivando su amistad con su gran amiga... “LA MÚSICA”.


Prof. Eduardo Alvarez
Especialista en ingeniería en sonido - Compositor de Música Meditativa
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